martes, 26 de marzo de 2019

Fragmento de Crónica de una muerte anunciada


- Resumen de los principales hechos que suceden en el pasaje (argumento).

- Visión del mundo:

* ambiente.
* la política y los militares.
* el desarrollo de la técnica.
* las formas de vida.
* las relaciones personales.
* el cumplimiento de las leyes.

Qué visión tiene el autor sobre la política de su país, sus costumbres, su forma de vida, etc..


Fragmento de Crónica de una muerte anunciada

Los estragos de los cuchillos fueron apenas un principio de la autopsia inclemente que el padre Carmen Amador se vio obligado a hacer por ausencia del doctor Dionisio Iguarán. «Fue como si hubiéramos vuelto a matarlo después de muerto -me dijo el antiguo párroco en su retiro de Calafell-. Pero era una orden del alcalde, y las órdenes de aquel bárbaro, por estúpidas que fueran, había que cumplirlas.» No era del todo justo. En la confusión de aquel lunes absurdo, el coronel Aponte había sostenido una conversación telegráfica urgente con el gobernador de la provincia, y éste lo autorizó para que hiciera las diligencias preliminares mientras mandaban un juez instructor. El alcalde había sido antes oficial de tropa sin ninguna experiencia en asuntos de justicia, y era demasiado fatuo para preguntarle a alguien que lo supiera por dónde tenía que empezar. Lo primero que lo inquietó fue la autopsia. Cristo Bedoya, que era estudiante de medicina, logró la dispensa por su amistad íntima con Santiago Nasar. El alcalde pensó que el cuerpo podía mantenerse refrigerado hasta que regresara el doctor Dionisio Iguarán, pero no encontró nevera de tamaño humano, y la única apropiada en el mercado estaba fuera de servicio. El cuerpo había sido expuesto a la contemplación pública. en el centro de la sala, tendido sobre un angosto catre de hierro mientras le fabricaban un ataúd de rico. Habían llevado los ventiladores de los dormitorios, y algunos de las casas vecinas, pero había tanta gente ansiosa de verlo. que fue preciso apartar los muebles y descolgar las jaulas y las macetas de helechos, y aun así era insoportable el calor. Además, los perros alborotados por el olor de la muerte aumentaban la zozobra. No habían dejado de aullar desde que yo entré en la casa, cuando Santiago Nasar agonizaba todavía en la cocina, y encontré a Divina Flor llorando a gritos y manteniéndolos a raya con una tranca. -Ayúdame -me gritó-, que lo que quieren es comerse las tripas. Los encerramos con candado en las pesebreras. Plácida Linero ordenó más tarde que los llevaran a algún lugar apartado hasta después del entierro. Pero hacia el medio día, nadie supo cómo, se escaparon de donde estaban e irrumpieron enloquecidos en la casa. Plácida Linero, por una vez, perdió los estribos. -¡Estos perros de mierda! -gritó-. ¡Que los maten! La orden se cumplió de inmediato, y la casa volvió a quedar en silencio. Hasta entonces no había temor alguno por el estado del cuerpo. La cara había quedado intacta, con la misma expresión que tenía cuando cantaba, y Cristo Bedoya le había vuelto a colocar las vísceras en su lugar y lo había fajado con una banda de lienzo. Sin embargo, en la tarde empezaron a manar de las heridas unas aguas color de almíbar que atrajeron a las moscas, y una mancha morada le apareció en el bozo y se extendió muy despacio como la sombra de una nube en el agua hasta la raíz del cabello. La cara que siempre fue indulgente adquirió una expresión de enemigo, y su madre se la cubrió con un pañuelo. El coronel Aponte comprendió entonces que ya no era posible esperar, y le ordenó al padre Amador que practicara la autopsia. «Habría sido peor desenterrarlo después de una semana», dijo. El párroco había hecho la carrera de medicina y cirugía en Salamanca, pero ingresó en el seminario sin graduarse, y hasta el alcalde sabía que su autopsia carecía de valor legal. Sin embargo, hizo cumplir la orden. Fue una masacre, consumada en el local de la escuela pública con la ayuda del boticario que tomó las notas, y un estudiante de primer año de medicina que estaba aquí de vacaciones. Sólo dispusieron de algunos instrumentos de cirugía menor, y el resto Crónica de una muerte anunciada Gabriel García Márquez 33 fueron hierros de artesanos. Pero al margen de los destrozos en el cuerpo, el informe del padre Amador parecía correcto, y el instructor lo incorporó al sumario como una pieza útil. Siete de las numerosas heridas eran mortales. El hígado estaba casi seccionado por dos perforaciones profundas en la cara anterior. Tenía cuatro incisiones en el estómago, y una de ellas tan profunda que lo atravesó por completo y le destruyó el páncreas. Tenía otras seis perforaciones menores en el colon trasverso, y múltiples heridas en el intestino delgado. La única que tenía en el dorso, a la altura de la tercera vértebra lumbar, le había perforado el riñón derecho. La cavidad abdominal estaba ocupada por grandes témpanos de sangre, y entre el lodazal de contenido gástrico apareció una medalla de oro de la Virgen del Carmen que Santiago Nasar se había tragado a la edad de cuatro años. La cavidad torácica mostraba dos perforaciones: una en el segundo espacio intercostal derecho que le alcanzó a interesar el pulmón, y otra muy cerca de la axila izquierda. Tenía además seis heridas menores en los brazos y las manos, y dos tajos horizontales: uno en el muslo derecho y otro en los músculos del abdomen. Unía una punzada profunda en la palma de la mano derecha. El informe dice: «Parecía un estigma del Crucificado». La masa encefálica pesaba sesenta gramos más que 1a de un inglés normal, y el padre Amador consignó en el informe que Santiago Nasar tenía una inteligencia superior y un porvenir brillante. Sin embargo, en la nota final señalaba una hipertrofia del hígado que atribuyó a una hepatitis mal curada. «Es decir -me dijo-, que de todos modos le quedaban muy pocos años de vida.» El doctor Dionisio Iguarán, que en efecto le había tratado una hepatitis a Santiago Nasar a los doce años, recordaba indignado aquella autopsia. «Tenía que ser cura para ser tan bruto -me dijo-. No hubo manera de hacerle entender nunca que la gente del trópico tenemos el hígado más grande que los gallegos.» El informe concluía que la causa de la muerte fue una hemorragia masiva ocasionada por cualquiera de las siete heridas mayores.

http://biblio3.url.edu.gt/Libros/cromuerte.pdf



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