domingo, 24 de marzo de 2019

Comprensión lectora. La envidia.

La envidia malsana

A veces la suavizamos poniéndole el adjetivo de 'sana'; en otras ocasiones la disfrazamos de cualidad emparentándola con la admiración o con el afán de emulación. Pero la envidia es una de las pasiones más destructivas e inútiles de cuantas padece el ser humano, y tal vez una de las más extendidas. Aunque hay sujetos especialmente propensos a consumirse en ella, quien más quien menos experimenta alguna vez su punzada pues, como observó Montaigne, «de todas las enfermedades del espíritu, la envidia es la que se alimenta de más cosas y la que encuentra remedio en menos cosas».
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 Hay muchas formas de envidia, en efecto, pero casi todas ellas nacen de la inseguridad del envidioso más que de la personalidad del envidiado. Nada tiene de extraño el deseo de tener lo que otro posee, si esa propiedad -llámese riqueza, prestigio, talento, belleza o patrimonio- constituye un bien objetivo. Sin embargo, la intensidad de la envidia no suele guardar proporción con el tamaño del bien envidiado, sino con el malestar previo y más profundo de quien la experimenta. De ahí su irracionalidad y también su inutilidad, esas dos características tan bien reconocidas por Quevedo cuando decía que «la envidia va siempre amarilla porque muerde y no come».
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En buena lógica, la «tristeza o pesar del bien ajeno» -que es así como viene definida la envidia en los diccionarios- debería estar provocada especialmente por la gente más afortunada, la más famosa o la de mayor éxito. Todos desearíamos disponer de una cuenta corriente como la de Bill Gates. Mucha gente vería colmados sus deseos si gozara de la popularidad de Brad Pitt. Y, sin embargo, no puede decirse en rigor que Gates o Pitt sean verdaderos objetos de envidia. Envidiamos preferentemente a los que están más cerca de nosotros: vecinos, colegas, familiares, gente común en situación de cierta igualdad con nosotros. Podemos tolerar que un jeque árabe goce de inmensas fortunas, pero lo que nos pone frenéticos es que nuestro cuñado se compre un coche nuevo o que la compañera de trabajo vaya de vacaciones al Caribe. Es como si, después de establecer una comparación con ellos, concluyéramos que no hemos sabido aprovechar esas mismas oportunidades. A mayor proximidad, la envidia se manifiesta de forma más intensa y más destructiva.

La envidia es comparativa. Si provoca sentimientos como la rabia, el enfado, el autodesprecio o la humillación, no es debido tanto a la conciencia de ser o tener poco, como al pesar enfermizo que provoca ver que otro nos toma la delantera, aunque sólo sea por un instante o en un aspecto parcial de la vida. Por eso es frecuente que la envidia apunte también hacia personas que objetivamente se encuentran en peor situación que nosotros: basta con que gocen de una pequeña parcela de felicidad para que se activen en nosotros los oscuros deseos de desgracia ajena.

Suele decirse que la envidia va acompañada de una doble ceguera: la de la ofuscación en el malestar provocado por el bien ajeno, de una parte, y de otra la que impide ver los bienes propios, ocupado como está el envidioso en vigilar los de los demás. Pero sus efectos nocivos son aún peores. Antonio Machado, al retratar la envidia del aldeano de Castilla, que «guarda su presa y llora lo que el vecino alcanza», resumía su condena en dos efectos: «Ni pasa su infortunio ni goza su riqueza». Es decir, produce una especie de distorsión que anula la capacidad de disfrutar, de mejorar, de vivir en armonía.

El hecho de que la envidia prefiera lo cercano puede ser la causa de esa percepción de 'vicio local' o 'pecado nacional' que casi todas las culturas le adjudican, como si fuera en su comunidad donde con mayor saña se manifestase. Y sin embargo es una de las pasiones más universales, como universal es también la tendencia a no reconocerse envidioso. La envidia es un tabú social que se sobrelleva en silencio para no admitir cuanto esta tiene de sentimiento de inferioridad y de derrota. Y ahí radica precisamente su peligro, pues en lugar de manifestarse abiertamente busca subterfugios y artimañas que con frecuencia conducen a hacer un daño gratuito al envidiado.

699 palabras

Autor: José Romera

El Norte de Castilla, 22 de abril de 2005

Texto adaptado




0. En opinión del autor,

a) existen dos tipos de envidia, una buena y otra mala.
b) la envidia sana busca la emulación de lo que se admira.
c) todo tipo de envidia es malo en sí mismo.
c
ü


7. Según Montaigne

a) hay muchas cosas que producen envidia.
b) la envidia es un alimento del espíritu.
c) la envidia no tiene remedio.



8. La intensidad de la envidia

a) es proporcional al valor de lo envidiado.
b) está relacionada con lo que siente el envidioso.
c) tiene que ver con algo que al envidioso le produce malestar.



9. Envidiamos especialmente a quien

a) no teniendo mayor mérito que nosotros goza de inmensa fama o dinero.
b) nos hace reprocharnos no saber sacar partido de lo que tenemos al alcance de la mano.
c) tiene una inmensa fama o fortuna porque se lo merece.



10. La envidia es comparativa porque

a) la produce estar en peor situación que otros.
b) no soporta que al envidiado le vaya mejor en ningún aspecto.
c) se produce por la humillación de tener poco.   



11. Según el texto, el envidioso

a) está tan obsesionado que no disfruta de lo que tiene si el otro tiene más.
b) está tan ofuscado que no disfruta de sus bienes.
c) ve la realidad con una distorsión que le hace pensar que el otro es más feliz.



12. La mayoría de las personas  

a) no admiten que son envidiosos porque no quieren reconocer las causas de la envidia.
b) no hablan de la envidia que sienten porque es un tabú social.
c) no notan que son envidiosos porque es un mal muy generalizado en todas las culturas.

CLAVE


0. En opinión del autor,

a) existen dos tipos de envidia, una buena y otra mala.
b) la envidia sana busca la emulación de lo que se admira.
c) todo tipo de envidia es malo en sí mismo.
c
ü


7. Según Montaigne

a) hay muchas cosas que producen envidia.
b) la envidia es un alimento del espíritu.
c) la envidia no tiene remedio.
a



8. La intensidad de la envidia

a) es proporcional al valor de lo envidiado.
b) está relacionada con lo que siente el envidioso.
c) tiene que ver con algo que al envidioso le produce malestar.
b



9. Envidiamos especialmente a quien

a) no teniendo mayor mérito que nosotros goza de inmensa fama o dinero.
b) nos hace reprocharnos no saber sacar partido de lo que tenemos al alcance de la mano.
c) tiene una inmensa fama o fortuna porque se lo merece.
b



10. La envidia es comparativa porque

a) la produce estar en peor situación que otros.
b) no soporta que al envidiado le vaya mejor en ningún aspecto.
c) se produce por la humillación de tener poco.   
b



11. Según el texto el envidioso

a) está tan obsesionado que no disfruta de lo que tiene si el otro tiene más.
b) está tan ofuscado que no disfruta de sus bienes.
c) ve la realidad con una distorsión que le hace pensar que el otro es más feliz.
a/b



12. La mayoría de las personas  

a) no admiten que son envidiosos porque no quieren reconocer las causas de la envidia.
b) no hablan de la envidia que sienten porque es un tabú social.
c) no notan que son envidiosos porque es un mal muy generalizado en todas las culturas.
a







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